jueves, 2 de septiembre de 2010

Presupuestación pública: totum revolutum...

Siguiendo la línea de artículos sobre presupuestación pública, como ciudadano "iniciado" en este concepto, quería sacar al ruedo de la discusión pública, un aspecto del mismo que desde hace cierto tiempo me preocupa: presupuestación de los ingresos y presupuestación del gasto.

Nos dicen los expertos que están casados por el régimen de separación de bienes, basado en compromisos legalmente establecidos por aprobación de los respectivos parlamentos o ayuntamientos. Sin esa aprobación, únicamente puede el gobierno de turno, prorrogar los últimos presupuestos votados favorablemente con la mayoría legal exigida. Ingresos por un lado, que van a la caja común, de la que ya se han hecho pequeños trocitos de tarta con objetivos más o menos generales, demasiado generales la mayoría de las veces. Esto último puede ser bueno o malo, según se mire. La generalización del concepto al que se puede destinar un trocito de tarta está íntimamente relacionado con la flexibilidad de actuación. Cuanto más específico es el destino, mayores dificultades tienen los gobernantes y altos funcionarios en "redirigir" esos dineros públicos hacia otros destinos, más o menos necesarios, con mayor o menor urgencia en ser dotados de fondos para su realización. Es el eterno dilema al que no es fácil darle solución, sobre todo cuando la responsabilidad de quien gobierna y administra esos fondos empieza a ser una "rara avis" en nuestro entorno político y social.

Intentaré abundar más en la idea. Si carecemos del adecuado nivel de capital social, lo que tanto envidio de los países nórdicos, con una gran implicación de los ciudadanos en la cosa pública, me veré obligado a optar por un modelo de presupuestación restringido, que permita a los funcionarios responsables de las finanzas de todos, que se vean acarreando agua en cestos de mimbre, llenos de agujeros por donde se escapa nuestros euros, porque haya mucha flexibilidad para "redirigir" los pequeños trocitos de tarta presupuestaria que los Parlamentos aprueben, en un acto de ABSOLUTA CONFIANZA en que los Gobiernos correspondientes cumplirán al pie de la letra. Y esto sí que es muy, muy peligroso cuando la irresponsabilidad política campa a sus anchas por nuestra geografía político-gubernamental.

Y si no, que les pregunten a las compañías eléctricas, o a las telefonía, para que nos cuenten el nivel de morosidad que tienen con las Administraciones Públicas. Es cierto que algunas lo hacen muy bien, pero es que otras...¿Cómo es posible que a mediados de año se agoten las partidas presupuestarias para pagar la energía eléctrica del alumbrado público? Pues algo sé de cómo se puede llegar a eso, y es precisamente por un exceso de generalización de destinos, llámemoslo mayor flexibilidad presupuestaria ( lo que ya he dicho antes que no es malo ) unido a una nula responsabilidad política y económica de quien destina esos fondos a otros menesteres, sin preguntar nunca si hay suficiente para pagar la luz, el agua, el teléfono, y digámoslo incluso más contundentemente, las nóminas de los funcionarios o incluso las suyas propias, las de los gobernantes políticos, porque también su sueldo viene de ahí, aunque lo olviden muchas veces.

De modo que si la flexibilidad en la ejecución presupuestaria es lo bueno, y a la vez, no podemos confiar en quienes tienen que decidir el momento y destinatario final de esos fondos públicos, ¿en qué callejón sin salida nos hemos metido? Tal vez, no sea un callejón sin salida. Está oscura la calle, y no vemos algunas bocacalles que conducen a un avenida luminosa y fluida. En buena medida, la premisa de carecer del capital social y político en España sea la clave para hacernos con las linternas que nos permitan atisbar la salida del callejón.

Y aquí es donde propongo dos medidas: impulsar el conocimiento entre los ciudadanos de las cuentas generales, lo que realmente se ha hecho, exigiendo que la Cuenta General sea fiscalizada políticamente en los Parlamentos para conseguir la mayor publicidad posible y que los ciudadanos y ciudadanas se vayan mentalizando de lo importante que es saber la "verdad" final de lo que se ha hecho, de lo que cuesta todo, de si se ha ahorrado donde se podía ahorrar, o si alguien ha dilapidado lo que no debía dilapidar. Es absolutamente increíble para mí, comprobar cómo los voluminosos ejemplares de la Cuenta General que cada año, allá por junio editan los diferentes Ministerios, Consejerías o Departamentos de Hacienda, pasan sin pena ni gloria por los medios de comunicación, sin el menor comentario de los tertulianos de aquí y allá, sin la menor mención a que exista algún político de la oposición que se moleste en leer los datos finales del gasto y del ingreso y que al menos, dirija alguna pregunta o interpelación al Gobierno de turno responsable para sacarle los colores, porque seguro que se los sacaría con una lectura "en diagonal". Falta mucho aún para incrementar ese capital social y político mediante la dinámica interna de control en los Parlamentos. No hay tensión fiscalizadora, no hay conocimiento del proceso presupuestario entre nuestras señoría, y es realmente una pena.

Y en segundo lugar, propongo avanzar en la "visualización" de los costes de los servicios públicos ante los ciudadanos. Existe un gran oscurantismo ( siendo optimista ) y tal vez, espero equivocarme, una gran falta de esfuerzo administrativo mediante el adecuado impulso político, por conocer la estructura de costes real de todos y cada uno de los servicios públicos. Detecto una especie de miedo escénico a que los españolitos no nos enteremos de lo que vale un peine... o un parto con cesárea, o el mantenimiento de portaeronaves Príncipe de Asturias, o el consumo de combustible de la Guardia Civil, o el reasfaltado de las carreteras provinciales de Burgos, y así con todo. Algunos atisbos se observan, pero muy lentamente. Me gustó conocer a grosso modo lo que ha constado la campaña de vacunación de la gripe A. Y no ha pasado nada, somos ya mayorcitos y sabemos que no sale gratis. Hemos demostrado madurez, y no he percibido ninguna protesta social, ni siquiera que haya sido utilizada la información por la oposición para desgastar decididamente al Gobierno. Siempre se intenta, por supuesto, pero en esta ocasión con la boca pequeña, sin hacer sangre, como se suele decir en la calle.

Aquí quedan mis propuestas, y si en algo sirven para hacernos más sabios como ciudadanos responsables, tanto mejor. Así lo espero.

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