lunes, 8 de noviembre de 2010

Quo vadis Función Pública!!

Dicen que hasta se han pegado funcionarios forales con ciudadanos que acudían a las oficinas administrativas de la Hacienda Foral...dicen, porque yo no he llegado a verlo. Y como decía mi abuela, "de lo oído nada creído, y de lo visto, la mitad". Y mi abuela era una señora muy inteligente, incluso sabia me atrevería a decir. Pero bueno, no nos desviemos de lo que os quería comentar amigos lectores...¿por qué casi se pegan, si es que creemos la mitad de la mitad de la noticia? Pues al parecer porque había una huelga de celo, una parada técnica de funcionarios de atención presencial en la Hacienda Foral de Bizkaia.

Y es que estamos en plena lucha entre la Funcion Pública de la DFB y los sindicatos, representantes de los trabajadores forales, la mayoría funcionarios de carrera, es decir, con nombramiento legal (y para el que no lo sepa, sin contrato laboral, porque los funcionarios de carrera no tienen contrato laboral). Todo este cisco que se ha montado arranca de un repentino interés de la Función Pública foral y supongo que también de quien la dirige políticamente por conocer cuánto tiempo real pasan los funcionarios dentro de las dependencias administrativas. No se sabe muy bien si alguien apostó un café (ahora los políticos apuestan públicamente cafés sobre si algo ocurrirá o no ocurrirá) a que era una leyenda urbana lo que se cuenta sobre los interminables desayunos forales. Y ese alguien apostador, debía querer ganarlo de seguro, teniendo un as en la manga: nada más y nada menos que sus ojitos, que veían cómo el sobrepeso medio del funconariado foral era menor a la media vizcaina...nuestros forales no están nada gorditos ni gorditas...así que lo de los desayunos tan, tan largos no podía ser, a menos que no desayunaran, o no comieran bollo con mantequilla.

De modo que sin saber muy bien cómo, ni mucho menos para qué, se embarcaron en un proyecto ambicioso, equiparable a la circumnavegación del globlo terráqueo en el siglo XVI: averiguar qué demonios hacía el funcionariado foral tanto tiempo fuera de los edificios administrativos a la hora del desayuno. Como primera parte del proyecto decidieron averiguar quién estaba dentro cuando debía estar fuera. Los resultados debieron ser sorprendentes, porque luego intentaron averiguar quién estaba fuera, cuando debía estar dentro. Menudo lío, se preguntará el lector, y hasta alguno me dirá que eso es como buscar los tres pies al gato. Créanme, no tengo el menor interés en conocer la metodología de investigación y análisis de los datos recopilados, porque es indudable que la casuística de motivos para moverse del puesto de trabajo es casi infinita. Y además, y lo que es más importante de todo...¿para qué quieren saberlo?¿Para qué queremos saberlo?

De poco va servir todo este entramado administrataivo de vigilancia cuasi policial en el que nos han metido los actuales responsables de la Función Pública Foral. Nos dedicaremos a cumplir con las ordenanzas vigentes, ficha que te ficha, parte va parte viene, olvidos, cabreos a fin de mes, tiempo increíblemente desperdiciado en vigilar nuestra hoja personal de horarios. Que si tiempo a recuperar, que si tiempo de ausencia, que si licencia por ésto y por aquéllo...un galimatías que sólo conocen los expertos en escaquismo, incluso diría que mucho más que los propios gestores de esa vigilancia funcionarial. Porque hecha la ley hecha la trampa...dice el refrán popular, y el vulgo no es tonto y el funcionario mucho menos. Y claro, con tanta presión, hasta los más listos del circo montado, ven que no tienen forma de ir a echar la primitiva al estanco y se piensan si no les provocará un estrés emocional tan grande que consigan un par de meses de baja médica bien merecida. A descansar señores y señoras, que se lo tienen ustedes bien merecido, nos dirán los médicos de cabecera, que con esos malos humores, no se puede atender bien al ciudadano, que luego pagan justos por pecadores.

Si el lector es un ciudadano, sabe muy bien que lo que quiere es que le atiendan cuando acude a una oficina administrativa. Eso es lo primero, que esté abierta la oficina, que alguien le atienda, que la persona que le atienda sepa todo lo que tiene que saber sobre su problema, y finalmente, y esto sería lo deseable, que además le atienda con absoluta cortesía, amabilidad y con una sonrisa dibujada en su cara. Es decir, que el ciudadano tiene unas expectativas que quiere ver satisfechas, igual que cuando va a comprar un pantalón o un kilo de plátanos, pero además, sabiendo que en el primer escenario, no hay alternativa donde ir. O le atiende el funcionario o se tiene que aguantar esperando a otro que sepa más, o que sabiendo tanto como el primero, le ofrezca su mejor sonrisa.

Una vez leído este cuento de las expectativas del ciudadano (que deberían leer los prebostes que nos dirigen) entenderá el lector que en lo que debemos poner énfasis, y por tanto todos nuestros mejores esfuerzos de mejora, es en establecer los objetivos a cumplir, con qué reglas de funcionamiento y sabiendo con qué recursos contamos. Y de éso nadie habla. ¿De qué me sirve que todas las personas de una oficina administrativa estén de cuerpo presente,"bien fichados", si no saben a dónde van, qué tienen que hacer, cómo tienen que atender y lo que es aún peor, con la sensación cierta de que no hay conocimiento de sus superiores más altos de en qué consiste su trabajo. Estarán de cuerpo presente pero de voluntad ausente.

Planes de futuro, objetivos, diseño de políticas públicas coherentes, justificación de fondos públicos...todo ello es necesario, imprescindible diría, pero si no hay confianza en el funcionario foral, en su saber hacer, en su profesionalidad y entrega, si sólo miramos a quien no trabaja, a quien se escaquea, a quien elude toda responsabilidad, en lugar de reconocer el buen hacer del resto, el mayoritario resto, metiéndonos a todos en el mismo saco entonces vamos muy mal, hacia el desastre. Y quienes pagarán los platos rotos de una privatización alocada e irracional de los servicios públicos que seguirá a esta carrera de falsas acusaciones serán los ciudadanos, empezando por esos que los llaman con cierta ligereza vagos o "baguettes".