sábado, 7 de diciembre de 2013

Funcionarios contra la igualdad. Porque haberlos haylos...

No tengo ya por costumbre preparar ningún post en este blog a tan pocas fechas del anterior, pero lo cierto es que lo hago porque no puedo contener mi indignación, porque esta semana me ha subido la bilirubina, la biliverdina y todos los demás humores que pueda alojar un ser humano normal, ciudadano de su país, trabajador asalariado por cuenta ajena, y más específicamente, por cuenta ajena del resto de la sociedad a la que sirve. Es decir, que además es funcionario.

Es precisamente mi condición de funcionario convencido y confeso (rara avis esto último) la que me mueve a mostrar al resto del mundo mi cabreo incondicional y desmedido al tocarme la fibra más sensible de mi ser: la desigualdad, o la falta de sentido de igualdad en el trato de un funcionario hacia a sus paisanos y en general ante cualquier ser humano o incluso persona jurídica (empresas, asociaciones, etc para entendernos). Sí, casi seguro que ya conocen la causa de mi enfado descomunal, como los gigantes que creía ver Don Quijote. Se trata de la operación de hernia discal realizada a Maria Fernanda Gómez, esposa del consejero de Educación del gobierno regional de Castilla-La Mancha, Marcial Marín, liderado por la siempre "popular" en los medios Dolores de Cospedal, saltándose la lista de espera de un hospital público con más de 20 ciudadanos con la misma dolencia.

No sólo resultó indignante conocer la noticia, sino mucho peor escuchar en la SER, de su propia boca, la justificación del médico-cirujano que realizó la operación, funcionario a todos los efectos: era la mujer de su amigo,un sábado y cualquiera hubiera hecho lo mismo. No se pueden imaginar cuántos espumarajos vomitó el General cuando escuchó semejante despropósito a un funcionario público, al señor Vicente Calatayud, jefe de Neurocirugía del Hospital del Albacete.

Y no quedó tan solo en ese subidón de adrenalina y "ofusquina" o "bloqueína mental". A continuación tuve que escuchar de una tertuliana como Montserrat Domínguez, que creo que trabaja ahora en el Huffington Post, explicar de una manera muy poco afortunada para mí, que el problema no era que hubiera colado a una amiga o a la mujer de un amigo, sino que lo hiciera "abusando de su poder"...Y esto ya fue demasiado, se me paró el corazón, estalló mi cerebro como si fueran fuegos artificiales y simultáneamente escuché los atronadores compases de ese tema universal con bombos y platillos que suelen utilizar los cineastas como banda sonora de los momentos de culminación en sus obras cinematográficas. Si tuviera más tiempo intentaría buscar el título de esa obra musical, ya que mi ignorancia me impide conocerlo de memoria...

Sí, porque la última tertuliana había acabado dándome en la boca del estómago con su comparación, con esa odiadísima excusa del TODOS Y TODAS somos iguales ante situaciones así, todos hemos pedido, pedimos y pediremos favores a amigos "poderosos" o a amigos de amigos "poderosos", en una infinita cadena de favores indignos, vergonzantes para quienes los utilizan y vergonzosos para quienes los observamos. Una red informal, admitida, pegajosa en la que vamos cayendo inexorablemente, queramos o no queramos, porque ¿quién no haría lo mismo si su hijo, su madre, su esposo se encontrara con esos dolores tan insoportables, y sabiendo que tiene que esperar tanto tiempo para que le llegue su turno...?

Y ante tanto desvarío no puedo aguantarme y me lanzo a intentar defender lo que para mí como ciudadano es la base de la convivencia de nuestro sistema social: la igualdad de todos ante la Ley, y por tanto, ante cualquier servicio público que derive de la misma, sea pagando impuestos como siendo atendido por un equipo de profesionales sanitaríos de un hospital público, como de cualquier otro ejemplo de servicio que se nos pueda ocurrir. Es un principio constitucional básico, y hoy que celebramos el día de la Constitución tenemos que reclamar nuestro derecho a la igualdad, pese a que algunas personas parezca que no va con ellas, al menos no mientras le toquen lo suyo.

No es el abuso de poder lo que tenemos que denunciar y perseguir, al menos, no tan sólo, y mucho menos como causa de esta desafortunada y en mi opinión ilícita actuación del jefe de neurocirugía. Efectivamente, para nuestra desgracia, no está penado en nuestro Código Civil (y si lo estuviera y yo lo ignorara, más indignado estaría de que no escuchar por ningún lado que la Fiscalía no ha actuado aún) utilizar los bienes públicos para favorecer a un familiar, en el sentido de que la acción realizada ha sido la de curar a alguien, a un españolito, o españolita, como ha sido el caso. Pero es que tampoco está penado y debería estarlo que un funcionario en el ejercicio de su cargo se salte el principio constitucional y sacrosanto de que los ciudadanos españoles son todos iguales ante la Ley, plasmado en la vida práctica en normas y procedimientos establecidos, como por ejemplo, las listas de espera ante una operación más o menos grave, con más o menos dolores insoportables padecidos por la persona, por el ciudadano que espera.

Precisamente en los comentarios que se fueron acumulando a la noticia de La SER en la web (sólo alcanzan a fecha de hoy 6 de diciembre los 40 que es una cifra bajísima en mi opinión) se desliza un comentario sobre el funcionamiento del hospital público de Salamanca, en el que se baja incluso al de celador el nivel de "contacto" para conseguir saltarse una lista de espera.  Son acusaciones veladas de corruptelas internas que dañan la imagen de los servicios públicos ante la ciudadanía causada por malos funcionarios, y que no tienen ninguna posibilidad de denunciarse ante los Tribunales de Justicia, porque ¿cuál sería el hecho punible?, ¿hacer su trabajo? o ¿hacer su trabajo saltándose los procedimientos de trato igualitario ante el servicio público que presta? Esto último sin dudarlo, pero es que no es punible según nuestro ordenamiento jurídico y por tanto, el funcionario "desigualador" se queda tan fresco.

No es por tanto un asunto de abuso de poder, o mejor dicho, no es sólo un tema de abuso de poder. Lo llevamos en la sangre, grabado a sangre y fuego en nuestro individualismo ibérico, castizo y casposo, de subdesarrollo social crónico. Nos parece normal y además perfectamente justificable pedir favores y poner en un compromiso al servidor público que nos lo tiene que prestar, olvidándonos del resto de ciudadanos que puedan estar en la misma situación. Es la ley de la selva, el que pueda más, ganará, quien tenga como amigo al funcionario más poderoso o al político que sea el superior jerárquico del funcionario más poderoso ganará, y el demandante del servicio, se sentirá orgullo de su amigo, de esa "amistad", como se denomina en España a quien lo lleva a efecto. Desde siempre, desde mi más tierna infancia, he oído expresiones como  "lo consiguió gracias a una amistad".,"por una amistad muy importante, que de lo contrario aún estaba esperando..." y así un suma y sigue de situaciones escandalosas para quienes creemos en la Igualdad con mayúsculas.

Mientras tanto, quienes reciben las llamadas con petición de favores se ven en ocasiones sumidos en el dilema de obrar injustamente, a sabiendas, por supuesto, dejando a un lado los malos sentimientos, o tener que mal excusarse si consideran que quien les está pidiendo el favor no se encuentra dentro de su círculo social íntimo, o incluso, obedeciendo órdenes superiores y por tanto, acumulando en su cuenta personal uno más de esos "hoy por mí y mañana por tí" (no nos olvidemos que el señor Vicente Calatayud no operó sólo, que necesita que alguien le prepare el quirófano un sábado, así como también habrá otras personas que gestionan la lista de espera y que habrán visto cómo son burlados en su quehacer). Incluso nos queda el caso de quien desobedecerá una imposición de un superior para actuar y completarle un favor y por tanto se verá abocado a recibir su ira y una posible postración en su carrera administrativa. En nuestra miopía social, cuando pedimos un favor "anti-igualatorio" no somos conscientes de la madeja de engaños, trampas y actuaciones deshonrosas que estamos contribuyendo a hacer crecer y a que todo lo público se vea comprometido. Ni nos imaginamos cuántos extracostes se derivan de todo ello, que por supuesto pagamos entre todos, al menos, de todos los que contribuyen al fisco de este país.

No es por tanto el abuso de poder lo que es escandaloso, sino que provoquemos con nuestras actitudes y hechos el que se soliciten prácticas de abuso de poder cuando nos conviene. Insisto, es una muestra de subdesarrollo social, del conocido "y tú más", de creer en la Ley sólo cuando me conviene, y cuando no me conviene pido que alguien la incumpla, y en este caso, lo que se está incumpliendo es un valor social, el valor de la igualdad de todos ante la Ley, reconocido en el artículo 14 de la Constitución Española "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social". 

Hermosas palabras que ningún funcionario debería violar, pero también  que ningún ciudadano debería soslayar provocando el abuso de poder mediante la petición de favores. Es hora por tanto de proteger a los buenos funcionarios, es hora de deshacer esta madeja podrida de favores encadenados que asfixia el sentimiento comunitario de pertenencia a un colectivo de 47 millones de personas, y que lo hace zozobrar, provocando un estampida, una huida de la igualdad y de la justicia, un sálvense quien pueda y como pueda, y que quien más pueda que lo haga valer ante los demás.

Es momento de las propuestas, y en esta ocasión queda claro lo que voy a pedir, lo que quiero proponer a la ciudadanía española: debemos tipificar como delito penal las actuaciones de funcionarios en su cargo que atenten directa o indirectamente contra los procedimientos administrativos establecidos para hacer efectiva la igualdad de todos ante la Ley. Tal vez el día que veamos en la cárcel y expulsado de la carrera administrativa a alguien por haber abusado de su poder público favoreciendo injustamente a alguien saltándose una lista de espera, podamos comprender que esa vieja práctica, ese mal hábito español de "tener amistades poderosas" por si acaso, o de no reclamar lo que es justo pero pequeño, "porque alguna vez tendré que pedir y exigir algo más importante" dejará de tener sentido, y de verdad todos crean en que el principio constitucional de igualdad es real y efectivo, y no unas simples letras sobre un papel mojado.