miércoles, 14 de enero de 2015

Educación para la villanía

No me ha quedado otra opción que parafrasear, darle la vuelta a mi querido concepto "educación para la ciudadanía", asignatura ya desaparecida de los programas educativos españoles por obra y milagro de los genios populares que nos gobiernan.

Y la chispa de inspiración arrancó el día en el que vi en el Intermedio, el magnífico programa de la Sexta dirigido por el Gran Wyoming, una entrevista con el periodista que destapó el escándalo Granados, el segundo en el escalafón del PP madrileño, justo detrás de Esperanza Aguirre, la autoproclamada "precandidata" a la alcaldía de Madrid.

Fue muy curioso y sobre todo como "agita-conciencias", escuchar cómo, por una parte amenazaron profesionalmente a este periodista, y por otro, continuamente se escabullían con malas artes todos los ahora imputados, y algunos encarcelados, pertenecientes a esta trama de corrupción del PP madrileño. Y la vez, por otra parte, interrumpían la entrevista para mostrarnos la defensa de sí misma que hacía Esperanza Aguirre, siempre aduciendo que no sabía nada de nada de todos aquellos escándalos.

Pero no es ese el objeto de esta entrada, hablar sobre ese caso concreto de corrupción, por muy importante que sea, sino sobre la falta absoluta de sentido cívico que nos caracteriza a los ibéricos pobladores de esta península del Sur europeo, o sin más circunloquios, a los españoles. Fue realmente trágico recibir la noticia de la absolución de Camps, ahora expresidente de la Generalitat valenciana,  por parte de un tribunal popular. No voy a decir que no me lo esperara, pero la pequeña sospecha que abrigaba mi corazón, dio lugar a un decepcionante reconocimiento de que algo falla en nuestra sociedad. Es algo muy importante, que está en la base de cualquier sociedad verdaderamente democrática: los valores morales y éticos.

La mencionada entrevista a Esperanza Aguirre, además de cierta hilaridad, penosa en cualquier caso, por decirlo también claramente, me creó otra nueva sospecha que no deja de crecer conforme se acerca el gran momento de la verdad, el de las elecciones autonómicas y locales del próximo mes de mayo de este 2015. Una sospecha que de nuevo pasa por la ciudadanía que me rodea. Es cierto que ya no me siento sólo, que hay millones de nuevos votantes hartos de "los de siempre", de escuchar las manidas frases: "no hay alternativa", "Bruselas manda", "o se hace así o nos hundimos", "ya veréis qué mal lo pasarán en Grecia cuando gane Syritza" y así hasta aburrirnos, y lo peor que casi convencer a muchos indecisos.

Y sin embargo, pese a no sentirme sólo políticamente hablando, insisto en que mi preocupación crece porque la ignorancia política y cultural de la masa de españoles que me rodea se ve, en una gran parte al menos, acosada por el bombardeo constante de mentiras, cuentos y falacias que recibimos de los falsamente autoproclamados "medios de comunicación", y que más bien llamaremos a partir de ahora "medios de intoxicación y propaganda", en adelante MIPs.

Creo que hace falta muy poco para que un buen MIP convenza de renovar el voto al PP, a cualquier costa, pase lo que pase, por el bien del colectivo con el que se siente identificados. No he encontrado otra razón lógica, defendible, razonada para explicar esos millones de votos fijos que tiene la derecha española . No es posible que vengan de la Casta, o para mí, simplemente  élites económicas gobernantes (directa o indirectamente a través de los cuadros políticos del PP y del PSOE). Todo ese conjunto de personas no podría pasar de un millón de votos, exagerando la cifra, con un redondeo singular y significativo, fácil de recordar. Pero, ¿y hasta llenar las urnas con los otros 8 millones?

En ese gran conjunto, se amalgaman una gran variedad de personas, por supuesto, con sus intereses legítimos para votar a partidos conservadores, faltaría más, pero insisto, lo que me llama poderosamente la atención es la motivación para tomar esa decisión política, renovada constantemente, como si de un feligrés o parroquiano se tratara.

No creo que sea sólo la religión, en horas muy bajas en este país, con escasa o nula influencia práctica (recordemos por significativo a este respecto el proyecto de reforma de la  Ley del Aborto reciéntemente archivado por el Gobierno y causante de una sonora dimisión y portazo del Ministro de Justicia). Tampoco la política de mano dura o extremadamente dura contra el terrorismo etarra, que tantos réditos políticos le trajo a los conservadores. Incluso ahora sigue utilizándose en el argumentario popular, apareciendo en los medios de comunicación adictos con espeluznantes frases contra el poder judicial por haber acatado la decisión de los Tribunales de Justicia europeos respecto a la "doctrina Parot" pronunciadas por la propia Vicepresidenta del Gobierno Rajoy. No creo que sea nada de esto que he mencionado, aunque sin duda está ahí también contribuyendo positivamente.

En mi opinión, y apoyada en la experiencia del paso de los años y de ir conociendo a más y más ibéricos e ibéricas, tiene que ver con unos principios vitales y sociales que están insertados en el imaginario colectivo mucho más profundamente de lo que nos gustaría reconocer, y que pasa por estar casi completamente de acuerdo con estas frases:

  • Unos tienen que mandar y otros obedecer.
  • Si yo estuviera en su lugar (el del que manda) haría lo mismo (es decir, robar al resto).
  • El más fuerte manda y los demás callan.
  • No protestes si te causan una injusticia, mas bien, tómatela por tu mano sin que te vean.
  • Hay que tener padrinos.
  • Los amigos están para que nos cuelen en los servicios públicos y saltar las listas de espera, y el que no lo haga es tonto.
  • Lo mío no me lo toca ni Dios.
  • Si te hago un favor es para que me lo devuelvas algún día, sí o sí.
  • Yo estoy bien como estoy y que todo siga igual por lo siglos de los siglos amén.
  • Esto de debatir y votar cualquier asunto sólo trae desorden y confusión.
  • Yo de esos temas no tengo ni idea, no me líes con votaciones.
  • Siempre hay que tener un buen fajo de billetes debajo del colchón y el resto en paraísos fiscales porque el dinero lo compra todo.
  • No hay que matarse a trabajar que sólo sirve para engordar los bolsillos del dueño del negocio.
  • Las personas que trabajan para mí no se merecen ni la cuarta parte de lo que ganan porque no dan un palo al agua.
  • Todo es hablar de derechos, y más derechos, pero de obligaciones y de trabajar en serio nadie.
Sí el lector de esta entrada del blog se ve reconocido por creer a pies juntillas en ellas, es casi seguro que será uno de los 8 a 9 millones de votantes del PP. Pero qué me pueden decir de la filosofía moral y ética que se encuentra debajo de todo esto: ¿un liberalismo o neoliberalismo atroz, un corporativismo castizo asfixiante? Ambas cosas en mi opinión, que es la peor combinación que pueda nadie imaginar, y que da lugar a que cualquier emprendedor sin recursos de ningún tipo tenga que vencer miles de obstáculos para competir con las elites económicas y empresariales ya instaladas, que controlan los resortes políticos, financieros, y que quieren evitar  a costa de cualquier intruso o arribista (emprendedor/a)  la competencia, la sana competencia entre los mejores negocios. 

Mala pinta tiene esta sociedad tan dividida entre quienes están en ese gran grupo y el bloque de personas que reaccionaron en el 15-M y que luego apoyaron a Podemos en las elecciones europeas del pasado 2014, a los que llamo ciudadanos conscientes y responsables. Y es que mientras haya personas que tienen ese ideario que acabo de presentar, difícilmente podremos creer en un país desarrollado, libre y avanzado, que es algo muy diferente del "país serio" que constantemente menciona Rajoy en sus discursos insulsos, pero perfectamente dirigidos hacia su colectivo de votantes, no sea que se alejen de su "parroquia". Es la educación para la villanía, justo lo opuesto a lo que tendría que ser. No es de extrañar su obsesión con eliminar la asignatura de Educación para la ciudadanía. Y recuperarla de nuevo es mi única propuesta, urgente, necesaria, indispensable, que puedo hacer.  Esperemos que la reacción ciudadana de  millones de escolares y adultos reeducados consiga batir el muro del inmovilismo ibérico.