sábado, 31 de diciembre de 2016

Guía de desenmascaramiento del populismo

Ha pasado más de un año desde mi última publicación en este blog. Las circunstancias sobre todo laborales que me ha tocado vivir han hecho imposible mantener mi lento ritmo mensual de escritura. Demasiados frentes abiertos en el trabajo han sometido a mi mente a un estrés inasumible, que absorbía cada minuto libre que me quedaba. Imposible por tanto seguir a los acontecimientos sociales, políticos y administrativos en los que estamos sumergidos, casi ahogándonos desde hace muchos, muchos meses.

No se trata de una excusa, aunque lo parezca. Después de algún post en el que abordé el tema de la motivación del funcionario público con mayor o menor amargura, nadie que siga este blog podrá extrañarse de que haya renunciado a escribir aquí a cambio de reorganizar funciones y tareas, desarrollar pequeños prototipos informáticos y actuar de "e-facilitador" en un mundo de funcionarios públicos que se enfrentan a la mayor crisis organizativa desde la caída del Imperio Romano. Parece exagerado lo que expreso, y aún así, creo que me quedo corto como más adelante (y no fijo ninguna fecha concreta) desarrollaré. En cualquier caso, como creo que los valores individuales deben prevalecer sobre cualquier egoísmo personal o cualquier regla auto-impuesta, era el momento de acallar mi interior, limpiar bien la válvula de escape de una olla llena de neuronas hiperactivas y desasosegadas y esperar a un mejor momento.

Finalmente, el momento ha llegado, y con el fin de 2016 veo la luz al final de mi pequeño túnel llamado Calvario Público. Varias carpetas de pendientes han quedado vacías, otro bloque de asuntos han quedado felizmente encarrilados, y ya puedo levantar la mirada hacia un horizonte laboral en el que se abren numerosas posibilidades completamente apasionantes.

Dicho esto, debo insistir en que lo he conseguido a pesar de casi todo, y especialmente de casi todos y todas nuestras dirigentes. Y aquí enlazo con lo que más me preocupa desde hace muchos meses y  que ya comienzan a ser años: nuestros y nuestras dirigentes, nuestras élites...El posesivo está de más, no me gusta, según lo leo una vez escrito reniego de él, pero tengo que mantener la frescura e inmediatez de este texto. Es mejor reflexionar sobre ello que simplemente borrarlo, dejando al lector la tarea de advertirlo o no. Demasiado riesgo. Prefiero explicarles mi cambio de "nuestras" élites, por el de "las élites que nos gobiernan". Aquí "nos" aparece como destinatario de la acción verbal gobernar. Permítanme que dude e incluso ponga en solfa que ahora mismo exista gobierno del común, de los asuntos que nos preocupan a todos los "desgobernados".

Ya sé que parece una exageración, y que incluso alguien que me conozca puede pensar que estoy intentando llamar la atención, pero lo cierto es que día a día me voy convenciendo del negro futuro que espera al Planeta en su conjunto a medida que las estupideces colectivas se van imponiendo y extendiendo lentamente, tanto en los super desarrollados países del primer mundo como del resto. No se salva nadie: ha llegado la hora de los malgobernantes, egoístas, malencarados, mentirosos, corruptos...a la vez que quienes no se encuentran en ese colectivo van siendo derribados poco a poco e inexorablemente del poder, arrastrados por un vendaval de votos de ciudadanos que buscan la solución definitiva, y sobre todo fácil a sus problemas.

Y los derribados se miran extrañados unos a otros preguntándose qué han hecho tan mal para que la ciudadanía les de la espalda y vaya detrás de semejantes sinvergüenzas, detrás de personas que lanzan soflamas populistas baratas que hacen sonrojar a cualquier persona medianamente cultivada. Creo que deberían fijarse más en la definición de populismo antes de criticarla y despreciarla sin más. Define populismo el DRAE como "Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares", así, sin más aditamentos, sin que podamos deducir de la definición que es algo malo, ni bueno tampoco. A su lado, por cercanía he encontrado la palabra popularismo, que además de tener como primera acepción la propia expresión populismo, tiene una segunda acepción "Tendencia o afición a lo popular en formas de vida, arte, literatura, etc". Esto nos lleva a buscar la definición de popular donde aparece en su tercera acepción como "Perteneciente o relativo a la parte menos favorecida del pueblo", de tinte claramente sociopolítico, en la cuarta acepción "Que está al alcance de la gente con menos recursos económicos o con menos desarrollo cultural", que adjetivaría como económico-social, y una quinta acepción "Que es estimado o, al menos, conocido por el público en general" que encaja en lo que llamamos vida social de los ciudadanos. Con semejantes definiciones, no es de extrañar que la manipulación política de esa expresión sea tan fácil y burda por parte de gente tan zafia y tan poco preparada.

En resumen, que vivimos una época de desertización, de vaciamiento de élites preparadas y dispuestas a ejercer un liderazgo difícil y costoso en lo personal, y por tanto incluso altruista. No ha habido reemplazo en la última década y lo que vemos venir (o que ya ha llegado) es un auténtico desastre sin paliativos. No se salva casi nadie. Puesto que en la mayoría de los casos han llegado de la mano de las clases populares desheredadas, confusas, desgraciadas, arrinconadas, venidas a menos, hemos de sospechar que tenemos por delante un ciclo de desgaste "popular"  que debemos sufrir antes de resurgir depurados de este marasmo económico, social, político y cultural al que hemos acudido encantados y por supuesto engañados como en los viejos cuentos de marineros y sirenas. Porque mientras sigamos oyendo a nuestros hijos universitarios que sin un iphone de 1000 euros "no puedo vivir", deberemos sospechar que aún no hemos tocado fondo.