martes, 28 de octubre de 2014

Pobreza energética: ¿alguien me presta unos kilovatios-hora para freír un huevo?

Prometo que se los devolveré en cuanto tenga un trabajo digno con el que ganarme el sustento. Y ahí es donde  podemos fiar la devolución lejos, bien lejos en el tiempo. Lo cierto es que este cuento o mal chiste, según como lo quiera clasificar quien lea esta entrada, podía parecer exagerado o increíble hace unos pocos años, y sin embargo, la terca realidad, negada por los dirigentes políticos teledirigidos a su vez por la alta clase empresarial española, lo ha convertido en motivo de debate de altura y de mucho interés para el común de los mortales que habitan este país, y afirmaría incluso que de gran parte del Occidente empobrecido por esta recesión económica que no quiere o no la dejan terminar.

El cuento-chiste anterior me trae a la memoria viejas prácticas del mundo rural español en las que garantizar un mínimo de energía en forma de leña para calentar  la casa, especialmente la cocina mediante un fuego bajo que servía también para preparar la sencilla comida de entonces, era un derecho reconocido. Todo el mundo sabía que necesitaba acopiar leña para el invierno, y como la madera siempre fue un bien común vecinal, salvo los poderosos de entonces que tenían sus bosques privativos, había que ponerse de acuerdo en el reparto. No era cosa de talar a tontas y a locas. El pueblo llano de entonces sabía organizarse en "círculos" municipales o de pedanía. En el de mi abuela materna, en el frío norte de la montaña burgalesa era conocido como el reparto de las adras, en el que hay un monte conocido como Ladrero, y que según mi tío es una deformación de Adrero, es decir, donde se reparten los lotes de leña anuales. En el diccionario de la RAE aparece descrito como turno o lote, sea de agua de riego o de otra cosa. En el frío Norte, no interesaba repartir agua (que también en verano) sino las fuentes energéticas con la que superar las copiosas nevadas para no morir de frío e inanición.

Ahora no hay vecinos, ni por tanto, necesidades energéticas que cubrir. La madera abunda, y como decía una revista del sector especializada, en el Norte hay más madera que nunca en forma de arbolado adulto que no tiene visos de ser cortado, ni siquiera para las papeleras. Ya no es negocio, teniendo en cuenta que además de derribar los árboles, hay que limpiarlos, cortarlos en trozos utilizables, transportarlos y almacenarlos. Y qué oportunidad estamos perdiendo de utilizar esa biomasa.

Y sin embargo, en las ciudades la escasez e incluso la penuria energética de muchas familias tocadas por la desgracia de no tener trabajo está a la orden del día. Es evidente que vivimos en un país desarticulado y descoordinado, y además profundamente desigual entre clases sociales y entre territorios. Pero lo peor es que esta maldita clase dirigente se empeña en ver negocio donde no lo ha habido ni habrá nunca. Y también mucho podríamos hablar de las malísimas prácticas de consumo energético que tenemos todos, sean empresas, Administraciones Públicas y de las familias en general. La energía barata ha sido

La ignorancia energética del españolito medio, de la empresita media española y por no hablar de cualquier Administración Pública a la que queramos señalar al azar, es evidente. Nadie sabe de memoria cuántos kw-h consume al año de promedio, por no decir si sabe diferenciar entre kw de potencia y kw-h de consumo. Pocos consideran práctico y realizable reducir la potencia contratada sacrificándose a utilizar los electrodomésticos más potentes en momentos no concurrentes. Tampoco controlan el tiempo de ducha o baño, ni a qué temperatura sale el agua del grifo, ni tampoco la razón por la que tenemos que estar en cueros en casa en pleno invierno y cuando llega el verano ponernos un jersey para no coger una pulmonía con el aire acondicionado que habremos consignado a 18ºC. Es la eterna pelea en las oficinas compartidas por varias personas: ¿cuál es la temperatura ideal en cada estación? Nos importa una higa cuánto estamos despilfarrando, porque, o no lo pagamos directamente, o bien consideramos que ahorrarnos 20 euros al año en la factura es una tontería que no merece la pena ni considerarlo. Insisto, nos hemos convertido en un país de ignorantes energéticos desde hace una o dos generaciones. Para el que quiera tener una visión resumida del consumo medio en el hogar puede curiosear en este documento elaborado por el IDAE.

 Es nuestro problema diezmil uno o incluso más atrás en la lista de cosas que nos preocupan. Pero cuando, por azares del destino, por una confabulación judeo-masónica o por la terquedad impasible e inconmovible de los neoliberales germano-céntricos y de sus acólitos sureños (gobierno Rajoy y compañía), caemos en el paro prolongado y finalmente descendemos por debajo de esa línea roja de la pobreza,  la cuestión alimentaria básica y la energética se convierten en el GRAN PROBLEMA. Y sin son varios millones de paisanos los que han cruzado esa línea, entonces, ese gran problema individual se convierte en un GRAN PROBLEMA SOCIAL

Son varias las iniciativas que algunas organizaciones políticas y de ciudadanos han tomado. La Generalitat catalana por ejemplo rompió el fuego con una medida criticada y en mi opinión poco realista, incompleta, pero sin lugar a dudas, que sirve para comenzar a trabajar en la buena dirección como era aplazar el pago de las facturas de energía de los meses de invierno. Lamentablemente Rajoy y Cía han comenzado el acoso y derribo de la iniciativa. En un breve plazo de tiempo la veremos desmontada. En los medios vemos al presidente de la patronal eléctrica UNESA decirnos que "le aterra" la propuesta energética de PODEMOS (comentado en esta entrada de un blog amigo). Este señor fue entrevistado por Jordi Ebole en alguno de sus magníficos programadas de SALVADOS, y a mi Santa le tuve que reconocer que si yo fuera alguno de la CASTA, le pagaría el doble o el triple de sueldo, porque hace falta tener un nivel de cinismo muy alto para conseguir aguantar las preguntas de aquella entrevista y no rizársele ni un solo pelo de su magnífico tupé, y eso no lo tiene cualquiera, sumado a una cierta facilidad labial (que no verbal) a lo De Guindos para no decir nada utilizando un gran número de frases.

Es decir, que el tema está al rojo vivo, gori-gori como dicen los vascos, y por tanto, merece la pena que nos preocupemos de buscar el nudo o piedra angular del mismo: los derechos energéticos básicos del ciudadano. Poco dice la Constitución española al respecto. Se supone que con trabajo y vivienda, tienes garantizado lo segundo, es decir, energía a precios asequibles. Pero no es así, ni trabajo, ni vivienda, ni en consecuencia un maldito fuego bajo para preparar la comida o para calentarte en las frías noches de invierno. Y es tan absurda la situación que somos capaces de colapsar los hospitales por ciudadanos que enferman "de frío" pagando por curarles grandes sumas del presupuesto de Sanidad, cuando lo más lógico habría sido "invertir" en energía básica y mínima para evitar esas enfermedades

Es evidente que no hemos pensando seriamente sobre este asunto, que sigue siendo objeto de enriquecimiento de algunos, sea lo sea, pase lo que pase, dejando en el camino a millones de compatriotas. Es el momento por tanto de definir el derecho a  un lote de energía básica imprescindible para vivir.

Pero debe ser bien definido, bien articulado y bien llevado a la práctica o acabaremos creando un problema de gestión de derechos. Debe tenerse en cuenta las peculiaridades de cada familia, en cuanto a número de miembros, salud invidual, edades, estación del año, temperaturas promedio de cada mes, edad de los electrodomésticos, clasificación energética de la vivienda, etc. O  contemplamos todos estos factores y le damos una solución de mejora o ahorro energético familiar y social a medio plazo, con ayudas, por ejemplo, para sustituir electrodomésticos  poco eficientes, con un baremos progresivo de ayudas en función de la renta, o acabaremos creando un mercado negro del Kw-hora subsidiado. No podemos actuar con ligereza. Se trata de un derecho ciudadano más que debe aflorar y consolidarse pero también ser especialmente controlado para que el resto de los ciudadanos, actualmente rico-energéticos, sepamos que se está haciendo tan bien, tan bien como en la Sanidad Pública o en la Educación Pública.

Sumando podemos, al menos calentarnos y prepararnos la comida, lo que no es poco ;-))