sábado, 9 de julio de 2011

Agencias de calificación versus calificados indignados

La noticia no podía ser más terrible, no sabría cómo decirlo en casa...¿Cómo había podido ocurrir? Tanto esfuerzo para nada, nos han suspendido...esta ha sido la gran noticia económica de la semana.

Efectivamente, esta justificación tan infantil, que tantas veces hemos utilizado o hemos oído cómo la utilizaban y la utilizábamos en nuestra juventud la hemos vuelto a escuchar, a leer en los medios de comunicación. Vaya lío, vaya lío en el que estamos. Y como ocurría entonces, enseguida empezamos a mirar en la lista de resultados a ver si hay alguien conocido que le haya ocurrido lo mismo. Ya se sabe, ya sabemos, que mal de muchos consuelo de tontos...

Pero, ¿somos tan tontos como parece deducirse de los resultado de estas agencias de calificación, o es que son malos, muy malos correctores-calificadores de exámenes, durísimos, extremadamente duros, lo que llamábamos entonces "profesores hueso" o tal vez ambas cosas a la vez?

Para empezar, debiéramos precisar qué son las agencias de calificación, o más bien, qué deberían ser. Recomiendo a mis lectores que sigan este enlace wikipedia_agencias_calificación. La definición que da es simple pero clarificadora: "Las agencias de calificación de riesgosagencias de clasificación de créditos o agencias de rating son empresas que, por cuenta de un cliente, califican unos determinados productos financieros o activos ya sean de empresasestados o gobiernos regionales (estados federados, comunidades autónomas)". Sí, sí, han leído bien, actúan por cuenta del cliente, en nuestro caso de estados o gobiernos regionales, que le piden a las dichosas agencias que les pongan una nota, es decir, que les valoren su riesgo de impago y el deterioro de su solvencia como emisor de títulos de deuda en forma de letras del tesoro, bonos, obligaciones, etc. Lo cierto es que muy raras veces se nos ocurre pensar que las letras del tesoro que compramos, es decir, dejando nuestro dinerito en préstamo al Estado o Comunidad Autónoma, a un interés prefijado, pudiera no llegar a ser devuelto...Bueno, pues con este parrafito técnico creo que nos hemos situado en harina.


La gran pregunta del lector/a perspicaz sería...¿pero si tan mal califican a España, o a Grecia  o Irlanda...por qué se empeñan nuestros gobernantes en acudir a estas agencias de calificación, y para mayor indignación del ciudadano de a pie como, que como yo, se entera ahora de todo esto, pagándoles por ese servicio. Mejor sería no acudir dónde ellas o incluso no acudir en absoluto. 


Pues sigo leyendo el artículo de Wikipedia y un interesantísimo artículo de El País del 7 de julio pasado (recientito) de Claudi Pérez que recomiendo, y me entero de que el propio Banco Central Europeo (además de la propia Reserva Federal Americana, lo que es lógico siendo americanas esas agencias) mantiene una norma obligatoria para todos los estados miembros por la que es necesario tener calificada una emisión de deuda soberana si quieren operar en la ventanilla del banco central. Bueno, bueno, esto es de traca. Nosotros mismos, nuestro propio sistema central de bancos facilitando el oligopolio. Porque ya me dirán ustedes qué es un mercado dominado al 90% por tres agencias, y diría aún más, oligopolio norteamericano, porque esas tres agencias tienen su sede allí. Ahora encuentro una razón a tanta crítica al euro y a las autoridades monetarias europeas y a los gobiernos europeos en general. Una soterrada guerra entre el antiguo todopoderoso dólar y el joven y pujante euro está detrás de todo este embrollo. 


¿Y si no acudimos en absoluto a pedir esos servicios de calificación? Podría ser una idea...pensémoslo detenidamente durante unos minutos. Necesitamos que nos califiquen nuestras emisiones de deuda porque nos obliga el Banco Central Europeo y los bancos centrales en su caso, si queremos que sea emitida en un mercado internacional. En otras palabras, que vengan los chinos a comprar nuestros bonos...porque esa era la idea del viaje de Zapatero a China hace unos meses. Aquello no quedó bien retratado en los medios, pero es indudable que la cuarta agencia de calificación Dagon Global Credit Rating (china por más referencias) parece que no lo ve tan, tan negro como las americanas...es decir, que no nos ven tan mal.


Volviendo al hilo de mi argumentación, si no queremos que nos califiquen, no podemos acudir al mercado internacional...nadie de fuera podrá invertir en activos nuestros, en este caso, financieros. Y ahora la otra gran pregunta: ¿podemos como país, como comunidad autónoma autofinanciarnos? Porque ya me dirán ustedes dónde demontres se va el dinero recaudado en impuestos, si finalmente no es suficiente para pagar todo lo que estamos haciendo los que trabajamos en las distintas Administraciones Públicas. Es decir, que nos expliquen con pelos y señales por qué surge ese déficit. ¿O es que no somos capaces como nación o como autonomía o como municipio de ser conscientes de que no somos tan ricos y que tenemos que pedir prestado, y que nadie se fía de nosotros porque unos americanos van soltando bulos por aquí y por allá sobre nuestra capacidad de devolverlos, y encima, y para más recoña, porque se lo hemos encargado y pagado nosotros? ¿Tan idiotas, prepotentes e irracionales somos? ¿Es que no somos capaces de analizar a fondo y hasta el final las cuentas públicas para decididr entre todos y todas qué inversiones y gastos son imprescindibles y dónde sí que podemos esperar para momentos más oportunos? 


Como primera propuesta: por favor señores y señoras jefes de estado de la Unión Europea...pónganse las pilas e inventen una nueva institución europea independiente y ágil que se encargue de evaluar y calificar la deuda soberana de los Estados, regiones y municipios europeos. El libre mercado no generará nunca lo que necesitamos y menos cuando partimos de una situación de oligopolio norteamericano. No podemos seguir así, bajo la constante amenaza de informes que sólo buscan su autojustificación. Tenemos que dar un paso adelante ya.


Y esta es mi segunda propuesta: incorporar la contabilidad analítica de costes a todo el entramado de gasto administrativo público para saber con pelos y señales en qué estamos gastando y con qué grado de eficiencia lo hacemos. Tenemos que ser capaces de establecer un presupuesto y gasto público dinámico, que permita conocer en pocos días, semanas, cómo nos está yendo en el apartado de ingresos para determinar cuánto podemos gastar, que anticipe escenarios, que utilice en su máxima potencia las herramientas informáticas y de gestión administrativa de que empezamos a disponer. Los instrumentos actuales nos demuestran que no son suficientes, son lentos en la aportación de información analizada, diferenciando gestión de resultados, y que provocan oscurantismo en su publicidad hacia la ciudadanía y que por otra parte los malos políticos, irresponsables, sean capaces de actuar sin freno.


Ya es hora de un nuevo post en el que trate el laberinto de la presupuestación pública y que he venido rumiando lentamente desde hace muchos meses. Les avisaré...



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