domingo, 21 de diciembre de 2014

Del "y tú más" al "...pues yo también".

La idea general para escribir esta entrada del blog rondaba por mi mente desde hacía cierto tiempo. Ha sido la aparición en la Revista Española de Ciencia Política (nº 36 de diciembre de 2014) de una recensión sobre el estudio realizado por Joan Font, Clemente Navarro, Magdalena Wojcieszak y Pau Alarcón, titulado "¿Democracia sigilosa en España? Preferencias  de la ciudadanía española sobre las formas de decisión política y sus factores explicativos", la que ha activado el percutor para animarme a desarrollarla.

Tras leer la recensión y apuntarla como "de interés especial" en mi pequeño dietario de buenas propuestas y trabajos varios, aprovechando la no disponibilidad de un disco duro olvidado en algún ordenador, y un tiempo atmosférico poco propicio para el paseo exterior y para realizar labores de mantenimiento agrícola, pude realizar la búsqueda del citado informe. Lo encontré en la propia web del Centro de Investigaciones Sociológicas, de donde pude descargármelo en varios formatos, totalmente libre (nada es gratis, salvo los regalos, y el CIS en este caso, ha hecho un buen regalo de Navidad a todos los españoles), entre ellos en formato epub, lo que también es de agradecer.

Debo reconocer que no he tenido tiempo para leerlo completamente, con sus 213 páginas, y que más bien me centré en el capítulo 6, donde supuse habría algo de información sobre lo que tanto me estaba preocupando últimamente: la ya inasumible desconfianza en la clase política profesional española. Y así ha sido porque, si bien el informe se basa en la reproducción de una encuesta adaptada a España que diseña originalmente para Estados Unidos y si además la fecha de realización se retrotrae a febrero de 2011  (anterior al fenómeno Podemos e incluso al propio movimiento 15M), anticipan en mi opinión los resultados de lo que ha ocurrido y suponemos que ocurrirá en el esperado año macro electoral de 2015.

Los resultados de la encuesta relacionados con las capacidades y los valores de los políticos profesionales por una parte, y extendiendo la misma pregunta con un foco mucho más amplio, el resto de los ciudadanos, incluyéndose el propio entrevistado, conduce a algo poco sorprendente a primera vista, porque en el fondo, algo barruntábamos todos: la notable desconfianza que tenemos también de nuestros vecinos, de nuestros compatriotas.

En una tablita sencilla aparecería:
  • Un 30,9% de los entrevistados confían en la capacidad y valores de los político, pero también creen que los ciudadanos poseen esa capacidad y catadura moral.
  • Un 23,7% considera que los políticos no son de fiar, pero sí los son sus compatriotas, sus vecinos, la gente que conoce.
  • Un 19,8% confía en los políticos pero no en sus compatriotas, y
  • Un 25,6% no se fía ni de los unos ni de los otros.
Sólo el primer grupo parece no estar sujeto a dilemas morales, lo que conocemos popularmente con la frase popular "to'r mundo é güeno". Pero saliéndose de ese grupo que se acerca al tercio de la población, nos encontramos con los otros dos tercios en que aparecen desconfianzas hacia unos y hacia otros o incluso hacia ambos (nada menos que un cuarto de la población). Y debo insistir, que son datos de febrero de 2011. Tras el último año del 2º gobierno Zapatero y los 3 años horribles del gobierno Rajoy, cuatro años más tarde, no quiero ni pensar cómo quedarían modificadas las cifras, especialmente de quienes tienen un fuerte dilema institucional (es decir, no confían en los políticos, ni por sus capacidades para conseguir mejorar el país, ni tampoco por sus valores morales).

El estudio continúa con algo muy relacionado directamente con el fenómeno Podemos y su insistencia en el cambio de modelo de participación política de la ciudadanía: desde la delegación absoluta mediante la representación política (10 en la escala), hasta los movimientos asamblearios permanentes en las que todo, absolutamente todo se decidiría por votación previa deliberación de todo el mundo (0 en la escala). De nuevo nada sorprendente en principio, aunque para mí, lo verdaderamente sorprendente es la centralidad de las respuesta en los cuatro grupos:
  • El primero grupo se sitúa en el 4,44 es decir, un poco más cerca de la participación que de la representación, pero muy centrado.
  • Los que desconfían de los políticos, que tienen un dilema institucional, se sitúan en el 3,91, más favorables a la participación, pero sólo medio punto más a la izquierda.
  • Los que desconfían de sus compatriotas (dilema cívico) se sitúan en el 4,79, casi en la mitad del continuo representación-participación.
  • Los que tienen doble dilema, porque no confían en nadie, sorprendentemente se quedan también casi en la mitad, con el 4,60, sólo un poquito más volcados hacia la participación que los anteriores.
Vuelvo a insistir en que los datos de partida para este análisis son de febrero de 2011, pero habida cuenta de la evolución social, política y económica de España en los últimos 4 años, desde febrero de 2011 hasta diciembre de 2014, y con numerosas encuestas parciales realizadas mediante barómetros políticos  trimestrales, podemos intuir que los porcentajes de desconfianza hacia los políticos habrán crecido en gran medida. Pero lo que me hace pensar es el más que creíble porcentaje de personas, de ciudadanos, que desconfían de las personas que componen lo que llamamos el pueblo, la ciudadanía en general, y que a consecuencia de ello, "entregan" el poder a otro pequeño grupo, el de los políticos profesionales, a los que consideran ligeramente más capacitados pero moralmente inferiores a ellos, porque o bien, no tienen tiempo para "la política" o consideran (o consideraban) que no tenían problemas graves que la política pudiera resolver, y que tal vez, era un quebradero de cabeza más involucrarse en actividades políticas en tu barrio, en tu asociación, o en cualquier campañas de movilización general con la que pudiera tener alguna relación favorable.

La gran pregunta por tanto es "¿qué nos hace pensar tan mal de la gente que nos rodea?". Es un martilleo continuo el que recibo a diario..."esos políticos son unos sinvergüenzas, pero no vayas a creer que entre los 'nuestros' no los hay también". Pero peor aún es escuchar esta mañana en la radio a un entrevistado casual en la calle si defraudaba algo, y acaba reconociendo que sí, pero que le importa bien poco porque los que tienen que dar ejemplo defraudan a paladas, a carretadas,..La respuesta al político no es "quítate de ahí y devuelve todo lo que has defraudado o robado", sino "pues yo también lo haré, cuando pueda y como pueda".

Es precisamente esa pataleta social del ciudadano la que conduce a una situación de descomposición social, e incluso, una vez ya descompuesto el nivel moral medio de la ciudadanía, a la casi desconfianza absoluta respecto a tu vecino, porque llegas a tener la certeza de que eres el más tonto de la villa si no te comportas igual, o que si no lo haces es porque no puedes.

Y con estos mimbres "sociales" tenemos que construir un país democráticamente avanzado. Yo lo veo imposible, y conduce a que a muchísimos de los que nos situamos en el cuarto grupo, los del doble dilema moral, desconfiando de unos y otros, sintamos un vértigo indescriptible cuando la medicina que se nos ofrece para curar los males patrios pasa por incrementar la participación política de los ciudadanos.

Es bien cierto que escuchar constantemente a los peones políticos de la casta, de la élite o como queramos llamarla, decirse auténticas barbaridades que siempre terminan en el conocido "y tu más", nos hace inclinarnos al menos durante este futuro próximo, muy próximo por el alejamiento del modelo de representación política clásica, de ese "vale, te voto y hasta dentro de 4 años". Un voto a una siglas, donde sabemos que se encuentran bien arropados, representantes de cierta clase, élite o casta que no está haciendo nada por los más desfavorecidos, y más bien, está convirtiendo en desfavorecidos a los que anteriormente la Vida había sonreído de alguna manera.

 Lo que está claro, es que la respuesta del tipo "...pues yo también" sólo conduce al envilecimiento general de la ciudadanía, al cinismo social generalizado que hipoteca continuamente nuestra capacidad de movilización y de denuncia permanente de aquellos representantes políticos que han perdido descaradamente su vinculación con quienes le votaron y depositaron su confianza en él, directamente o a través de una siglas.

La cuestión clave que surge de todo este tinglado socio-político-económico es la manipulación interesada de las élites gobernantes en mantener embrutecido y moralmente destruido al pueblo llano. No les interesa la persecución del fraude fiscal menor, por ejemplo, ya que, además del costo económico que podría tener perseguir a los pequeños defraudadores del  IVA, a los ciudadanos que se ahorran unos euros en facturas fácilmente escamoteables al fisco, tendría el coste político de ver cómo eso amortizaría la hipoteca del "pues yo también", liberando enormes recursos morales de la ciudadanía que no dudaría en exigir lo mismo de quienes quieran ser sus representantes, y por tanto, impidiendo mantener a la élite (o casta) dirigente su actual proyecto de refeudalización social.

La alternativa a ese sistema político ya fallido, totalmente periclitado, al que la ciudadanía ha vuelto la espalda de una forma muy clara, nos dicen que tiene que venir del incremento de la participación ciudadana. Recuerdo a este respecto unas palabras de un compañero de trabajo que me comentaba que "lo de las asambleas permanentes" tampoco funciona y que las soluciones encontradas no siempre son las mejores ni con mucho, además de lo que consumen en tiempo y energía. Y es que por otra parte, sólo hace falta recordar nuestras reuniones o asambleas de propietarios del inmueble al que pertenecemos para que nuestras ilusión en el segundo modelo se pinche.

Mi experiencia personal en proyectos en el que hace falta llegar a un consenso siempre ha sido buena, por ejemplo, en labores de evaluación bajo el modelo EFQM. Pero no debemos olvidar que en este último caso, el modelo aparecía establecido, era una premisa,  y además, el número de personas participantes era bajo y además, por lo general, entrenadas, y sin que tuviéramos un límite de tiempo excesivamente corto para deliberar, debatir, explicar, razonar y llegar al consenso final. El resultado final respecto a lo que inicialmente pensábamos  cada uno de los participantes en esas reuniones de consenso, mejoraba siempre y habitualmente, la mejora era considerable.

Es difícil por tanto llegar a su vez a un consenso sobre el modelo de participación política, pues los miedos, las dudas nos atenazan. Pero posiblemente quienes estamos dentro de la jaula mental del doble dilema de desconfianza cívica e institucional tengamos que dar una oportunidad a nuestros compatriotas, a nuestro vecino y esperar que por una vez, el cambio llegue verdaderamente hasta el último rincón de nuestra sociedad. Contad conmigo.






sábado, 6 de diciembre de 2014

Lenin, Bolívar, Podemos y la NEP soviética y bolivariana.

Se me hace cada vez más evidente el enorme nerviosismo que se ha instalado en las oligarquías financieras nacionales y en cierta medida internacionales cuando se ha conocido el impulso que ha cobrado el movimiento político de los indignados españoles, visualizado en el partido político PODEMOS. Las encuestas más fiables indican que seguramente, si sigue todo igual, si sigue esta progresión en el incremento de futuros votantes a PODEMOS, que lleguen al poder en la mayoría de autonomías y hasta incluso el gobierno central a finales de 2015, fecha probable para convocar elecciones generales al CONGRESO y SENADO.

El programa económico que lleva en su cartera debe ser leído.
Tiene mucho de revolucionaria, de cambio drástico, de luchar contra los privilegios de la casta parasitaria.

Me trae recuerdos de los primeros tiempos de la revolución rusa, del nivel de indignación acumulada en el pueblo, que en aquel caso se agravó con la mortandad causada por la guerra mundial, a raíz de la defensa del imperialismo.

La economía debía ponerse en marcha de nuevo, y los bolcheviques tuvieron que ceder provisionalmente ante el ideario totalitario de nacionalización masiva. Tuvo efectos beneficiosos, recuperándose en tres años a los niveles de 1913, pero el ala de extrema izquierda consiguió tumbarla.